jueves, septiembre 18, 2025

Historias prohibidas; el cine como refugio de la memoria colectiva

Por Laura Muñoz Liaño

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@24violets_

El cine siempre ha sido más que un arte visual: es un lenguaje secreto, un territorio donde la realidad puede transformarse para ser dicha sin ser nombrada. Cuando los periódicos callan y los discursos oficiales se endurecen, la pantalla se convierte en un refugio. Bajo la apariencia de ficción, los cineastas han logrado rozar la verdad sin exponerla, disfrazándose de metáfora, símbolo o relato inventado.

A diferencia de la prensa, atada a pruebas y declaraciones, el cine trabaja con la emoción y la ambigüedad. Esa libertad le permite contar lo innombrable: la represión de una dictadura a través de un thriller político, la violencia de un sistema a través de la historia íntima de una familia o el peso de un secreto colectivo mediante la mirada de un solo personaje.

Cada plano se convierte en una pista, cada silencio en una denuncia.

Muchos cineastas han jugado este doble juego

Hay historias que nunca llegan a los periódicos. Verdades que, si salieran a la luz, alterarían demasiado el equilibrio de ciertas instituciones porque a veces los intereses en juego son demasiado grandes. Y a veces, el cine, al trabajar con la ficción, abre un territorio libre donde se pueden narrar hechos reales con nombres cambiados, protegidos por el arte convirtiendo a la pantalla en el único lugar donde se atreve a decir lo que en la vida real se silencia.

Hay que recordar que “Spotlight” (2015) Aunque basada en hechos reales, muestra cómo los periodistas que destaparon los abusos en la Iglesia tuvieron que enfrentarse a un sistema que intentaba callarlos. Lo que parecía una historia aislada resultó ser un patrón global.

O “Z” (Costa-Gavras, 1969) Relato de la represión política en Grecia bajo la dictadura militar. La película se estrenó cuando aún era imposible hablar abiertamente del tema, convirtiéndose en testimonio y denuncia.

“El show de Truman” (1998) Una metáfora sobre vigilancia y manipulación mediática antes de la era de las redes sociales y la inteligencia artificial. El cine, como siempre, adelantándose a realidades futuras.“Los archivos del Pentágono” (2017) enseñó qué poder tenía filtrar información desde dentro cuando la prensa decidió enfrentarse al gobierno de Nixon. 

Otras plantean dudas razonables que nos invitan a sospechar, como “Zodiac” (David Fincher, 2007) La obsesión de un periodista por un caso criminal que nunca se resolvió, dejando claro cómo el poder puede frenar la verdad. O “El caso Fritz Bauer” (2015) el caso del fiscal alemán que persiguió a nazis ocultos tras la Segunda Guerra Mundial, mientras el propio sistema judicial intentaba sabotearlo.

Otras reconstruyen memoria devolviendo voz a quienes fueron silenciadas mostrando así la manipulación histórica. No se pierdan “Sufragistas” (2015), imprescindible.

Incluso cuando se cree estar viendo ficción, el cine nos susurra que hay algo real detrás, algo que tal vez nunca veremos en una portada.

El cine no cambia el mundo por sí solo, pero abre grietas en la realidad, grietas por donde se filtran las historias que de otro modo permanecerían ocultas.

En esas grietas habita la verdadera libertad: la de contar, aunque sea disfrazado, aquello que todos saben y pocos se atreven a nombrar.

Algunas de las historias que me inspiran jamás aparecerán en una portada. Pero el cine me permite contarlas con la libertad de la ficción y la fuerza de la verdad emocional.

Porque mientras el mundo siga lleno de secretos, siempre habrá alguien dispuesto a encender una cámara.

Quizá el cine no cambie el mundo, pero mantiene encendida una pequeña llama para que la verdad, aunque disfrazada, nunca desaparezca.

»CORTEN!»

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