La paciencia nos hace más felices, dicen los científicos. ¿Pero puedes entrenarla? Hay situaciones que pueden invadir hasta al más paciente de nosotros. La ansiosa espera del diagnóstico de un médico, la rabieta del hijo de dos años en medio del supermercado o el sexagésimo rechazo a nuestra solicitud.
Independientemente de si estamos esperando un compromiso importante o en lo que parece una fila interminable frente a la caja del supermercado, depende de nosotros cómo evaluamos la situación y, por lo tanto, con qué paciencia podemos soportarla.
Los expertos coinciden en que podemos soportarlos. También, que podemos mejorar nuestra capacidad de practicar la paciencia. Es como los deportes. Algunas personas son naturalmente atléticas y otras no tanto, pero incluso la persona más antideportiva puede entrenar y mejorar su estado físico sin importar su nivel de referencia.
La paciencia depende de varios factores
Hay muchos factores que determinan la (inquietud) con la que reaccionamos ante los retrasos y contratiempos de la vida. Uno de ellos es nuestra personalidad. Según investigaciones, las personas que están abiertas a nuevas experiencias tienden a ser más pacientes que aquellas que prefieren la rutina.
Pero los hábitos que desarrollamos para regular nuestras emociones, por ejemplo, también afectan nuestra capacidad de responder con paciencia. Otro factor importante son nuestras expectativas: cuanto más altas son, más probable es que esperemos con gran impaciencia.
Otros dos aspectos son las propias situaciones y aspectos físicos como el cansancio, la enfermedad, el hambre o el estrés. Si reaccionamos con impaciencia ante el atasco de tráfico de la mañana en el trabajo, esto no significa que seamos fundamentalmente impacientes.
Probablemente tú mismo conozcas el fenómeno: dependiendo de tu estado de ánimo, tu cola en el mostrador de la oficina de correos es, con mucho, la más larga o la espera se pasa volando.
